Si Dios me concediera saber aproximadamente cuándo voy a morir aprovecharía de dejar todo en orden antes de partir. Es decir, me reconciliaría con quienes tengo deuda, perdonaría a quienes me hayan ofendido, abrazaría a todos los que amo (quizás hasta los que no). Trataría de no huir de ese dolor, sino más bien trataría de comprenderla, sumergirme en ella con ansias eternas y no de masoquismo.

Pienso que Dios seguramente no me concedería ese don, para que desde ahora viva como si mañana fuera a morir. Sería un mundo perfecto, si lo lleváramos a la práctica.

Esto mismo pasa respecto a la mirada de Dios. Que todo el que crea en Dios se sienta siempre bajo su mirada evitaría muchas torpezas del que hace cosas pensando que nadie las ve. Y no es la mirada juzgadora de Dios, sino más bien su mirada de Padre eterno, que espera nuestra llegada.
Vuelvo después de un tiempo a las reflexiones.

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La Transfiguración  es uno de los eventos más místicos y reveladores del ministerio de Jesús. Nos encontramos ante un episodio en el que se ...