Miro a través del hombre invisible y él no me ve a mí. Su perfil me muestra que observa la cordillera y se asombra con el atardecer anaranjando sus faldas, enrojeciendo sus copas nevadas. Tanta belleza en un ocaso que no ve nada más.
Cierro mis ojos y desaparece el mundo en la noche de mis pensamientos, oyendo a la multitud que imperturbable camina hacia mí.
Los tomo en mis brazos, los hago dormir. En sus sueños a veces aparezco y los hago sonreír.
Les canto y les bailo, les hago reír.
Que bueno es tener un tiempo para existir.