Normalmente uno imagina un recinto de altas paredes con estrechos pasillos que llevan por múltiples recovecos y caminos truncados, que normalmente lleva a una aliviadora salida.
El laberinto más complicado es el que no parece serlo, aquel que permite 'libertad' de movimiento hacia cualquier dirección. Una llanura o un bosque pueden llegar a ser el lugar perfecto para nunca encontrar una salida.
Otro laberinto difícil de resolver es el que no da pista alguna de su objetivo. Uno no sabe si existe una o varias salidas, o quizás, peor, no hay ninguna.
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