Dos reflejos en cada uno de tus ojos me indicaba
La emoción que en lágrimas motivaba.
No pude más que enternecer
cuando de esa mirada
surgió como aurora una sonrisa de tus labios
y pronunció mi nombre en silencio.
Pensé, contemplé y sentí consuelo
al apoyar mi cabeza sobre tu vientre
escuchando en tu ombligo decirme
que el milagro se había efectuado
y reposé mi esperanza en tu cuerpo
descansando realmente.
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