La Mujer del Viajero del Tiempo

Henry deTamble es un bibliotecario de veintiocho años aquejado de una enfermedad insólita: cuando está en una situación que le produce nerviosismo, estrés o angustia, padece un salto temporal hacia el futuro o el pasado, que puede extenderse durante varias horas o días. En una ocasión, mientras está en la biblioteca, se presenta ante él Claire Abshire, una joven ocho años menor que asegura conocerlo desde la infancia. A su lado ha vivido una peculiar relación que abarca el paternalismo, la amistad, la curiosidad, el deseo adolescente, la confidencia... Un vínculo que un Henry deTamble del futuro le ha asegurado está destinado a unirles el resto de sus vidas.

 

A partir de este libro se realizó la película con el mismo nombre en inglés, pero que por estos lados se llamó ‘Te amaré por siempre’ (¿?), con la actuaciónde Eric Bana y Rachel McAdams. Aunque la película rescata el espíritu de la obra es recomendable leerla, para ir comprendiendo el desarrollo emocional interno de los personajes.

 

Henry conoce a su futura esposa Clare cuando ella tenía sólo seis años. Sin embargo, desde su perspectiva temporal, la conoce por primera vez cuando Clare es adulta y Henry tiene 28 años. En este punto Clare ha conocido a Henry durante toda su vida adulta.

 

El tema que se trata en la obra me encanta, pues aparte de los viajes en el tiempo se muestra cómo un hombre influye a su amada y como esa amada influye en él antes de que se enamorara de ella. Es una paradoja de amor que vale la pena descubrir en estas letras.

 

A ratos el libro se torna para mí un poco aburrido pues cae en detalles demasiado femeninos, incluso me deja perplejo el enfoque de mujer que aparece en la experiencia de Henry. Otro de los temas interesantes, que no aparece en la película, son los diálogos entre los Harrys, pues Harry adulto ayuda al Harry niño, Harry conversa con Harry de la semana que viene, etc.

 

El amor después del amor

Vendrá un tiempo

en que, con gran júbilo,

nos saludaremos a nosotros mismos

ante nuestra propia puerta, frente a nuestro propio espejo,

y con una sonrisa ambos agradeceremos la bienvenida del otro,

y diremos, siéntate. Come.

 

Volverás a amar al extraño que fue tu yo.

Ofrécele vino. Obséquiale con pan. Devuélvele tu corazón,

a ese otro yo, al extraño que te ha amado

toda la vida, al cual ignoraste

por otro, que te conoce desde el fondo del alma.

 

Coge las cartas de amor que guardas en la estantería,

las fotografías, las notas desesperadas,

arranca tu propia imagen del espejo.

 

Siéntate. Festeja tu vida.

DEREK WALCOTT

 

 

 

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