Padre Hugo Cornelissen Dock

 "Basta con un hombre justo para que el mundo merezca haber sido creado" (Talmud)



Desde el primer momento en que conocí al Padre me di cuenta de su entrega y compromiso con su vocación de servicio en la Fe.

Nos hablaba constantemente del Amor, de ese Amor que sólo Dios tiene.

Se esforzaba al límite de sus fuerzas por cumplir sus compromisos. Recuerdo una vez que se quedó dormido mientras conversábamos, y cómo no iba a ser así si la luz de su pieza se mantenía prendida todas las madrugadas. Esta fue la herencia de haber sido Salesiano, pues Don Bosco también se excedía en sus trabajos apostólicos.

Fue un hombre de oración. Cuando tenía un tiempo libre nos invitaba a orar. En los retiros espirituales que dirigía se concentraba tanto en su adoración que no percibía el cansancio de los que no podían seguir su ritmo. 

Fue un hombre de acción, de partir apenas podía en sus aventuras evangélicas, de recorrer haciendo 'dedo' por los polvorientos caminos, hacia sus alejados destinos.

Era un hombre desordenado, sufría mucho por eso. Una vez entré a su pieza y se la ordené completamente, sacando libros repetidos y papeles inútiles. Cuando volvió quedó muy sorprendido, no dijo nada, pero noté su mortificación...tampoco en ese orden era capaz de encontrar lo que buscaba, así que humildemente me pedía ayuda para encontrar lo que había perdido.

Una vez se encontraba pidiendo mercadería para atender los CEVAS, idea suya implementada en Chile, que son unas actividades sanas de entretención y formación para niños de población. Esa vez se encontró con el muro de rechazo de un comerciante que le enrostró el mal ejemplo de los curas que había conocido. El Padre escuchó pacientemente y al final pidió disculpas por su mal ejemplo, pero con dulzura le dijo que no dejara de ayudar a los niños, que ellos no tenían la culpa. La rabia de ese señor se derrumbó, igual que sus brazos alzados, y le entregó las donaciones necesarias para atender a los niños.

Fue un hombre tan bueno, tan bueno, que siempre aparecían esos personajes 'pedigüeños', que abusaban de su buena voluntad. El se daba cuenta pero prefería dar que negar, aunque fuera evidente el engaño. Porque quien sabe, quizás fuera todo cierto, además la Providencia le había dado para dar, así de simple era todo.

Era un hombre atento a las señales de Dios, a su manifestación en todo lo creado. Por eso escuchaba con fascinación a Margarita, a la Madre Enriqueta, al Padre Miguel Contardo, al Padre Gobbi, pues ellos tocaban lo divino de diferentes formas. Para el Padre Hugo todo se hallaba envuelto de milagro, o el milagro se encontraba con él cada mañana.

Por todo esto es que le rindo tributo y reconocimiento, pues una lámpara se debe poner donde sea visible y no bajo la mesa, porque su ejemplo nos enseña a ser santos, a pesar de nuestros defectos. Porque el Padre Hugo se encuentra vivo en el corazón de Dios, pues vivió y se nutrió de palabras eternas. Como buen misionero ya recorre el universo construyendo un nuevo Santo Cristo, formando una nueva Pequeña Alma, desarrollando un nuevo y eterno CEVA juvenil e infantil.  

Se transfiguró para Transfigurar.

2 comentarios:

Pilar dijo...

Hermoso relato, lo describes tal cual un hombre santo💥una luz para muchos y un ejemplo de infinita humildad y amor a Dios y al prójimo.

Unknown dijo...

Muy bien Juan Pablo. Gracias por tu testimonio del Padre Hugo. Ciertamente que su vida sigue siendo luz para muchas personas, especialmente para los Misioneros de Transfiguración y para la Legión de las Pequeñas Almas

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