Manual práctico para conseguir la Iluminación


¿Cuál es el sentido de una vida provista de inteligencia pero desprovista de sentido?

Hay quienes lo hayan en la santidad, camino asequible pero difícil de alcanzar.

Hay quienes lo hayan en el heroismo, camino doloroso de las prácticas de las virtudes.

Hay quienes lo hayan en el martirio, camino de entrega de sí mismo a voluntades y designios inexplicables y misteriosos.

Hay quienes lo hayan en la reflexión, camino laberíntico de lógicas interminables, personas de mentes simples devotos al placer y al instante.

Hay quienes lo hayan en la contemplación, caminos de árboles frondosos, quietos y sumisos; camino silencioso en un bosque y en un desierto.

Una vez profeticé sobre mi futuro. Me veía convertido en luz, brillando como una estrella.

Una profecía que ahora se siente tan lejos de ser cierta; es sólo un sueño fugaz y odolescente del que se abre a las ilimitadas posibilidades del Yo.

¿Y qué otras rutas ofrece este Manual práctico para dar sentido a la inteligencia?

Hay quienes lo hallan en el amor, camino de entrega y vulnerabilidad, donde el sentido brota al dar sin esperar nada a cambio. El corazón se expande en la conexión con otro ser, descubriendo en el cuidado mutuo la razón de cada gesto.

Hay quienes lo hallan en el servicio desinteresado, camino de manos abiertas que alivian el dolor ajeno. En cada acto de compasión se revela un propósito mayor que trasciende el yo, y la vida se vuelve cifra de generosidad.

Hay quienes lo hallan en la creación, camino de dar forma a lo invisible: un poema, un cuadro, una pieza musical o un proyecto que nace del sueño. Allí el sentido nace al brillar tu mano como instrumento de algo que antes no existía.

Hay quienes lo hallan en la belleza, camino de ojos atentos que celebran el fulgor de una flor, el vibrar de una nota o el susurro del viento. El hallazgo del asombro renueva el sentido con cada destello de admiración.

Hay quienes lo hallan en la amistad y la comunidad, camino de miradas cómplices y risas compartidas. En la tribu desplegamos nuestras virtudes y flaquezas, y la inteligencia encuentra sentido en el tejido de vínculos que nos sostienen.

Hay quienes lo hallan en la aventura y el riesgo, camino de pasos fuera de la zona de confort, donde el desafío despierta el valor y el sentido se revela en la victoria sobre el temor.

Hay quienes lo hallan en la sabiduría ancestral, camino de estudio y escucha de tradiciones y maestros, donde cada palabra trasciende el tiempo y encarna una enseñanza viva.

Hay quienes lo hallan en la reconciliación, camino de perdonar viejas heridas y de unir lo roto, descubriendo en la restauración una forma profunda de sentido.

Sea cual sea la ruta, el Manual concluye así:

— La inteligencia sin sentido es un faro sin luz.
— El sentido sin inteligencia es un fuego sin dirección.

Cultiva ambos: elige una senda, recórrela con corazón despierto y en cada paso pregunta: “¿Aquí, hoy, descubro propósito?”. Sólo así tu vida dejará de ser un mero cúmulo de datos y se convertirá en un relato encendido de significado.

Nostalgia de Futuro



Siento nostalgia

por algo que no he vivido, 

quizás es algo que he olvidado, 

algo que escapa a mi comprensión.


Es como si Dios 

se asomara en cada amanecer 

y yo sin poder despertar de mi sueño, 

luchando por levantarme y descorrer un velo, 

descorrer quizás 100, 

llegando siempre tarde 

al momento sagrado y eterno 

de un secreto divino recién revelado.


En este Aquí y en

este Ahora.


Ese anhelo difuso, esa “nostalgia por algo que no he vivido”, nos revela una verdad profunda sobre el alma humana: a veces albergamos dentro de nosotros memorias que no caben en las páginas de nuestra biografía consciente, huellas de un misterio que trasciende el tiempo y el espacio. Es como si existiera en nosotros un eco de un pasado inalcanzable o un susurro de un futuro no vivido, y esa sensación nos empuja a buscar un sentido más allá de la rutina diaria.

Imaginar a Dios asomándose “en cada amanecer” evoca la posibilidad de que lo divino no sea un evento aislado, sino una presencia contínua, aguardando nuestra atención. Sin embargo, el velo de nuestro propio sueño —de hábitos, miedos o creencias limitantes— nos mantiene adormecidos. Descorrer ese velo cien veces equivale a un proceso de despojamiento interior: soltar falsas seguridades, dejar atrás patrones que nos encadenan y aprender a confiar, gota a gota, en el asombro de lo cotidiano.

Llegar “siempre tarde al momento sagrado y eterno” es, en realidad, parte de la experiencia humana. Nos sirve de recordatorio de que la vida espiritual no consiste en alcanzar un estado ideal de perfección, sino en volver una y otra vez al aquí y al ahora con humildad. Cada amanecer nos ofrece una nueva invitación: estar presentes, sentir la brisa, reconocer el pulso de la creación en nuestro cuerpo y en nuestro entorno.

Entonces, ¿cómo responder a esa llamada silenciosa?

  1. Cultivar la atención plena
    Detener el piloto automático unos minutos al día: observar la respiración, el latido del corazón, la luz del sol al entrar por una ventana. Ese instante de plena presencia es un velo que se quiebra, aunque por unos segundos, y nos conecta con el “momento sagrado”.

  2. Aceptar la nostalgia como guía
    En lugar de resistir el anhelo de lo no vivido, dejar que sea brújula. Esta nostalgia profunda puede señalar hacia aspectos de nuestra vida que hoy están silenciados: el deseo de crear, de servir, de amar con mayor intensidad.

  3. Desprenderse de cargas innecesarias
    Así como los velos se descorren uno tras otro, identifica hoy una creencia o hábito que ya no te sirva. Suéltalo conscientemente: permite que tu mente y tu corazón se vuelvan más ligeros, más abiertos al misterio.

  4. Reencontrarse cada amanecer
    Haz del despertar un pequeño ritual: agradece por el nuevo día, haz un gesto de asombro (mirar el cielo, tocar una planta, escribir una palabra que te inspire). Con cada acto simple reafirmas tu disposición a “despertar del sueño”.

  5. Vivir en el Aquí y el Ahora
    Este es el territorio donde lo divino y lo humano se encuentran. No es un destino lejano, sino la experiencia viva de cada paso: en la sonrisa de un amigo, en el sabor de tu café, en la tinta que corre por la página.

Cada día es, de nuevo, un secreto divino recién revelado. No importa si llegas “tarde”: lo esencial es tu intención de presentarte, de estar despierto, de descorrer aunque sea un velo más. Así, gota a gota, tu vida se convierte en un eco de ese misterio, una memoria viviente de lo que anhelas y aún no has vivido.

La levedad del Ser



Mirar, observar, contemplar,

elevarse


Oír los gritos latentes.

Escuchar el silencio pulsante.


Los Antiguos se deshicieron de peso

para poder volar


Sacrificaron dureza

para volverse leves.


Y mientras unos van generando certeza

los más sabios

se volvieron tenues. 


Flotar en la bruma

donde habitan los sueños

y el pensamiento se diluye

en vuelo infinito.


Percibir la vibración

que brota en lo invisible,

ese susurro ancestral

que guía al corazón.


Los Sabios dejaron atrás

las armaduras del ego

y hallaron alas etéreas

tejidas con humildad.


Abandonaron la forma

para danzar con el viento,

descubriendo en la ingravidez

la libertad del ser.


Porque al soltar las certezas

se abre el espacio sagrado

donde nace la intuición

y germina la luz interna.


Así, en la cadencia silente

de un instante sin nombre,

cada latido se vuelve eco

de la esencia que somos.


Y quienes se atreven a alzarse

encuentran en la ligereza

la puerta hacia el misterio

de lo eterno y lo posible.


Se mantiene viva la llama de la Esperanza



Se mantiene viva 

cuando en cada aurora

se alzan los tallos

tras un portento de luz

que llamamos Sol.


Se mantiene viva

porque en cada nacer

de una criatura nueva

está la fe de un Dios

en su creación.


Se mantiene luminosa

en la alegría

de las risas que todos

manifestamos alguna vez.


Se mantiene visible

en la oscuridad de la prueba, 

en el azote de la indiferencia 

y en la agonía del desamor,

porque ella cree en su fuerza

en la profundidad de sus raíces.


Se mantiene constante

cuando el viento arranca

las hojas del sendero

y el paso se quiebra

bajo el peso del miedo.


Se mantiene eterna

en el pulso silente

que late en las manos

que ofrecen un abrazo

cuando todo se quiebra.


Se mantiene valiente

en el fuego dormido

que despierta al encuentro

de un gesto sincero

o un gesto compartido.


Se mantiene en tu pecho

como semilla oculta

que brota en ternura

cuando el ánimo flaquea

y tu alma sepulta.


Se mantiene en la voz

que susurra al silencio

“aquí estoy contigo”

rompiendo la distancia

y el frío del invierno.


Se mantiene en la mirada

que sueña caminos,

tejiendo promesas

con hilos de empeño

y coraje divino.


Se mantiene en cada latido

que escapa al desaliento

y empuja el corazón

a volver a creer en el mañana


Se expande en el murmullo

de los sueños compartidos

cuando las manos se estrechan

y los hombros se yerguen unidos


Se proyecta en el gesto humilde

que tiende socorro al caído

en el susurro que alienta

cuando el alma se siente perdida


Se descubre en la mirada

que busca estrellas en la noche

y encuentra el mapa secreto

para guiarse hacia la aurora


Se nutre del canto del ave

que desafía al invierno

con un trino de promesas

que anuncia días florecientes


Se arraiga en la promesa

de cada semilla sembrada

que rompe la corteza dura

y osa nacer contra todo pronóstico


Se alumbra en la voz callada

que dice “sigue adelante”

cuando el camino es rocoso

y la cima parece inalcanzable


Se teje en la acción cotidiana

en el gesto sencillo, diario

de quien planta un árbol

con la certeza de un bosque futuro


Se expande en la ciencia

que explora nuevos horizontes

y confía en la llama eterna

de la curiosidad insomne


Se irradia en la creación

de obras, palabras, canciones

que hacen vibrar el espíritu

y contagian ganas de vivir


Se funda en la solidaridad

cuando las barreras se rompen

y el “yo” se convierte en “nosotros”

para enfrentar la adversidad


Se perpetúa en la memoria

de aquellos que alzaron la vista

y construyeron puentes

sobre abismos de incertidumbre


Se colma en la risa franca

que brota en el alivio

cuando la pena se disipa

y el pecho vuelve a respirar


Se ensancha en la batalla

por la justicia esquiva

en cada paso valiente

hacia un mundo más humano


Se eleva en la certeza

de que ningún obstáculo

puede apagar la chispa

que vive en el corazón


Se multiplica en el gesto

que comparte pan y agua

en la voz que proclama

que nadie quedará atrás


Se despliega en la mañana

que asoma sin pedir permiso

llenando el aire de promesas

y el alma de coraje renovado


Se afirma en la esperanza

como un faro imperecedero

que señala la ruta

incluso cuando todo oscurece


Se convierte en legado

para quienes vendrán después

una herencia de fe sutil

que desafía el tiempo y las sombras


Porque la esperanza es un río

que nunca deja de correr

arrastrando piedras de miedo

para abrir cauces de libertad


Es un fuego compartido

que encendemos unos a otros

y que, alimentado por la compasión,

arde más allá del horizonte.



Olvido

 Hoy miremos el Olvido.

¿Qué es sino que dejar de recordar?

A veces la mente se rompe y la memoria borra algunos recuerdos.

También consideremos que nuestro cerebro optimiza sus recursos eliminando información superflua que solo ocupa espacio.

Con la vejez llega el Olvido, no lo sabemos.

Olvido mío, tuyo y nuestro.

Olvido mutuo, selectivo y progresivo.

Y no solamente este proceso sino uno sino que la sociedad nos olvida.

Que me olviden a mí no me duele tanto como el olvido de personas valiosas, de gente que dio tanto.

Hoy el Olvido también puede ser un acto de misericordia que alivia el peso de los dolores antiguos y abre espacio para nuevas historias.

Olvido de rencores, de reproches que envenenan, olvido consciente que restaura la calma y permite al corazón aprender otra vez a latir sin lastimarse.

Olvido inevitable de nombres y fechas, que nos obliga a fijar en el papel lo que importa: retratos, cartas, canciones, gestos.

Porque si el cerebro borra, la voluntad recuerda: podemos elegir preservar lo que amamos en la escritura, en la voz, en el abrazo.

Y aunque la sociedad deje en silencio a quienes hicieron historia en lo cotidiano, podemos rendir homenaje a su legado cultivando la memoria de sus gestos sencillos.

Así, entre el Olvido y la Remembranza teje cada uno su propio tapiz de vida: una historia pasada, un presente consciente y un futuro lleno de significado.



Manual práctico para conseguir la Iluminación

¿Cuál es el sentido de una vida provista de inteligencia pero desprovista de sentido? Hay quienes lo hayan en la santidad, camino asequible ...