Mirar, observar, contemplar,
elevarse
Oír los gritos latentes.
Escuchar el silencio pulsante.
Los Antiguos se deshicieron de peso
para poder volar
Sacrificaron dureza
para volverse leves.
Y mientras unos van generando certeza
los más sabios
se volvieron tenues.
Flotar en la bruma
donde habitan los sueños
y el pensamiento se diluye
en vuelo infinito.
Percibir la vibración
que brota en lo invisible,
ese susurro ancestral
que guía al corazón.
Los Sabios dejaron atrás
las armaduras del ego
y hallaron alas etéreas
tejidas con humildad.
Abandonaron la forma
para danzar con el viento,
descubriendo en la ingravidez
la libertad del ser.
Porque al soltar las certezas
se abre el espacio sagrado
donde nace la intuición
y germina la luz interna.
Así, en la cadencia silente
de un instante sin nombre,
cada latido se vuelve eco
de la esencia que somos.
Y quienes se atreven a alzarse
encuentran en la ligereza
la puerta hacia el misterio
de lo eterno y lo posible.
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