La familia Picapiedra


En nuestra vida las cosas pasan y se hace historia en donde hay comunidad. Lo que nos une a esos sucesos son los recuerdos y éstos son volátiles, subjetivos. A estas alturas de la vida he aprendido que muchos momentos importantes se encuentran ocultos en nuestra memoria y que sólo la labor conjunta de los involucrados puede quizás rescatarlos. Es por eso que cuento con ustedes para traer viejos recuerdos a partir de los que se asoman y que ahora comparto con ustedes. Juntos podemos realizar un homenaje merecido a los que son mis padres y que hoy celebran su bodas de oro.

No estuve en los inicios de estos 50 años, pues no había nacido, pero no tardé mucho en aparecer, pues nací 9 meses después. Partí muy temprano de casa, puesto que salí del hogar rumbo a la Escuela Naval a los 16 años. Sin embargo, he mantenido contacto a través de los años.

Mis padrino de bautizo, tíos Alfredo Líbano y Nena del Fierro, fueron los que nos pusieron el mote de ‘los Picapiedras’. Por aquellos tiempos les recordábamos a los integrantes de esa serie de dibujos animados.

Nuestra familia fue nómade, sin quererlo, pues siguiendo a mis padrinos o en búsqueda de nuevas oportunidades nos fuimos cambiando de departamentos y casas con una frecuencia inusual. Por recordar algunos destinos menciono los siguientes: Villa El Dorado, Simón Bolívar, Punta Arenas, Bulnes, Colón, Bustos, Arzobispo Vicuña, villa Portales, Araucanía, Jorge Délano, Hermanos Carrera y ahora Punta de Tralca, donde tienen una hermosa casa adornada de vegetación exuberante y mosaicos inspirados.

Somos una familia aventurera y ‘partiperreamos’ por todo Chile. Primero en una vieja Citrola, que apenas podía subir un cerro. Llegamos hasta Arica en una AK6, adonde vivía nuestra abuelo Oscar, padre de mi mamá. Nos movimos por Taltal, Calama y alrededores en una AX330, visitando los destinos laborales de mis padrinos. Nos quedamos atrapados en un camino de arena en el Valle de la Luna, porque el auto era muy bajo, un Mini Clubman. Recorrimos más de 1.000 kilómetros por el desierto sin parabrisas, de vuelta a casa. Íbamos muy a menudo a visitar en Los Andes a nuestros abuelos paternos, Vicente y Elena. En esos tiempos el túnel presentaba serias fallas filtraciones, por lo que por muchos años nos trepamos por la recovequeada cuesta de Chacabuco. Estuvimos también temporadas completas en Antofagasta, en casa de mis tíos Ricardo Aguirre y Lucy Fernández. Y así fuimos a muchos lugares de Chile, compartiendo con muchos familiares y amigos.

Los viajes eran largos y ausentes de entretención tecnológica, por lo que mi hermana y yo cantábamos ‘el muñeco de resorte’, ‘My bonnie’, ‘el reino del revés’ una y otra vez hasta el cansancio. También jugábamos al ‘Amiguito’, un títere muy barato, pues nos bastaban las manos y la imaginación.

Somos una familia lúdica, nos gusta jugar. Los que nos conocen dan testimonio de ello. No había fin de semana que los 4 no jugáramos una partida de Canastón. Actualmente mis padres siguen jugando a los naipes y es una importante actividad familiar.

Los miembros de esta familia tienen virtudes y defectos, y tanto unos como otros nos distinguen del resto. Con mi papá no hay día en que su ataque de estornudos no nos haga saltar hasta el techo. A mi mamá la conocen por su tendencia a escribir en los libros de reclamos. A mi hermana María Alicia la recuerdo por lo inquieta, no podía dormir sin agitar su cabeza de un lado para otro en la almohada. Sobre mis defectos, para no quedar atrás, menciono que era (soy) un coleccionista compulsivo. Y sobre las virtudes. Mi papá es un hombre que se entusiasma con todo, es amigable, buscando en los árboles genealógicos  relaciones de parentesco, porque nada es azar en los encuentros de esta vida. Mi mamá se luce con sus platos, y de sus manos probé los mejores panqueques de sesos, antes que se descubriera eso del colesterol. También reconozco en ella la especial virtud de darse cuenta de sus errores y tratar de corregirlos.

Ambos han aprendido a soportar sus diferencias, olvidar sus desaveniencias, incluso hasta reírse de los motivos de una pelea.

(escrito para la conmemoración de las bodas de oro de mis padres, el 5 de octubre del 2013)

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