Nadie la leyó

Raudo como un ventarrón
pasó el título 
de mi prosa,
perdiéndose en el fondo.

Suspiró, 
cayendo luego al olvido.

Qué pena, digo yo,
pena de ver morir
a esa niña tan pequeña.

Quiso hacer reir,
quiso hacer pensar,
pero no fue vista al pasar
y murió como estrella fugaz.

Te quiero, hija mía,
descansa en paz.

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